El Ejemplo de Abdías

El Ejemplo de Abdías Por Daniel Brito (1ª Reyes 18:2-6) «Así que Elías se puso en camino para presentarse ante Acab. En Samaria había mucha hambre. 3 Por lo tanto, Acab mandó llamar a Abdías, quien administraba su palacio y veneraba al Señor. 4 Como Jezabel estaba acabando con los profetas del Señor, Abdías había tomado a cien de ellos y los había escondido en dos cuevas, cincuenta en cada una, y les había dado de comer y de beber. 5 Acab instruyó a Abdías: «Recorre todo el país en busca de fuentes y ríos. Tal vez encontremos pasto para mantener vivos los caballos y las mulas, y … Continúa leyendo El Ejemplo de Abdías

El buen ejemplo de dos mujeres

El buen ejemplo de dos mujeres Por Daniel Brito En este país estamos celebrando el tiempo del día de las madres, un día que es más especial para los hijos(as) que el día de los padres, algo que siempre notamos en la iglesia el día de las madres, y luego en el día de los padres. La diferencia es bien grande. Nuestra sociedad ha estado cambiando el significado de lo que el «matrimonio» es con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. También nuestra sociedad ha cambiado la importancia de lo que es ser una MADRE. Eso lo … Continúa leyendo El buen ejemplo de dos mujeres

Maldiciones Generacionales Otra Falsa Doctrina

Maldiciones Generacionales

Otra Falsa Doctrina

Pablo Santomauro

Poco a poco en el campo evangélico nos vamos acostumbrando a definir cosas inexistentes. ¿Cómo definir algo que no existe? Respuesta: De acuerdo a cómo lo han imaginado aquellos que dicen que sí existe. He aquí una definición básica: Una maldición generacional (ancestral o hereditaria) es un daño o perjuicio proferido sobre un individuo una o más generaciones anteriores y cuyo efecto es transmitido a sus descendientes a través del tiempo.

Se supone que el individuo que está bajo una maldición generacional ha nacido ya destinado a cometer ciertos pecados, o es propenso a sufrir ciertos males o desgracias, y es dominado por un poder que ningún humano puede controlar. Es por ello que se necesita un poder mayor, el de Dios, para romper o cancelar la maldición.

Cosas como la pobreza, enfermedades, problemas de carácter y temperamento, infidelidad, inconstancia, pereza, alcoholismo, drogas, obsesión sexual, promiscuidad, depresión, negativismo, esterilidad, inestabilidad mental, obesidad, etc., de acuerdo con esta teología, son pasadas de generación a generación en una familia.

Los mismos maestros que propugnan la liberación de demonios, prometen también romper o cancelar estas maldiciones supuestamente proferidas sobre sus antepasados que han sido transmitidas a través de su árbol genealógico. Una oferta de «dos por uno» difícil de rechazar ¿verdad?
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